El deporte y el ejercicio físico afectan a la presión arterial pero no de forma negativa sino más bien todo lo contrario. Y es que el pulso y los niveles de presión arterial de un corredor habitual siempre serán más bajos que los de una persona que no practica deporte al comportarse el sistema cardiovascular de modo más eficiente, tanto en necesidad de recursos (oxígeno) como en el transporte de los mismos (dilatación de los vasos sanguíneos).
Correr de manera moderada o caminar son actividades compatibles con la hipertensión y no solo eso, en la mayoría de ocasiones resulta beneficioso para las personas hipertensas porque es capaz de mejorar sus niveles de tensión arterial, con una clara incidencia en la mejora del sistema cardiovascular. De hecho, ya en 1989 la Organización Mundial de la Salud (OMS), tras observar los resultados de múltiples estudios, incorporó el ejercicio físico entre las medidas orientadas a rebajar los valores de tensión arterial.
Es más, en el Documento de Consenso de la Sociedad Española de Medicina del Deporte (SEMED) titulado como “Prescripción de ejercicio físico en la prevención y tratamiento de la hipertensión arterial” se afirma que el tipo de ejercicio físico recomendado que debe combinarse con el tratamiento de hipertensión arterial es el aeróbico: caminar, correr, bicicleta, nadar o remar son perfectos y pueden acompañarse de ejercicios de fuerza.
Aún así, conviene saber que si padeces hipertensión es necesario consultar con tu médico antes de comenzar un programa de ejercicio físico continuado; en ocasiones resulta adecuado estabilizar los valores de la HTA antes de adentrarse en cualquier actividad física de cierta intensidad. Además, con hipertensión se recomienda una prueba de esfuerzo para valorar si se puede practicar deporte habitualmente y a qué intensidad.
Fuente: www.labolsadelcorredor.com