Las células sanguíneas reciben el nombre de elementos formes (debido a que tienen forma) y son las siguientes:
– Glóbulos rojos, eritrocitos o hematíes.
– Glóbulos blancos o leucocitos (granulocitos, monocitos, linfocitos).
– Plaquetas.
Las más abundantes son los glóbulos rojos. Estos dan color a la sangre y su función es la de transportar hemoglobina y llevar oxígeno desde los pulmones a los tejidos. De hecho, para que la hemoglobina persista en el torrente circulatorio, debe estar dentro de los glóbulos rojos. En la sangre de un individuo, el número medio de eritrocitos por milímetro cúbico es de 5.200.000 en el varón y 4.700.000 en la mujer. Los eritrocitos tienen capacidad de concentrar hemoglobina en su líquido celular hasta un valor aproximado de 34 g/dl. Ahora bien, para la síntesis de la hemoglobina se necesita un adecuado aporte de hierro, vitaminas del grupo B (como la vitamina B12) y ácido fólico. La carencia de alguno de estos componentes o su mala asimilación da lugar a una disminución en el número de hematíes o en la cantidad de hemoglobina, lo que se conoce como anemia. La masa total de hematíes del sistema circulatorio está regulada dentro de límites muy estrechos, de forma que siempre se encuentra disponible el número de glóbulos rojos preciso para suministrar una oxigenación tisular suficiente y nunca se tienen valores tan altos que impidan el flujo sanguíneo. Cualquier situación que induzca un descenso de la cantidad de oxígeno transportado a los tejidos suele provocar casi siempre aumento del ritmo de producción de glóbulos rojos. Por tanto, es importante saber que no es la concentración de eritrocitos de la sangre la que controla el ritmo de producción de estos, sino la capacidad funcional de los hematíes para transportar oxígeno a los tejidos en relación con las demandas tisulares. En este momento aparece la eritropoyetina, hormona glucoproteica que estimula la producción de hematíes como respuesta a la hipoxia. Por ello, cuando funciona bien el sistema de la eritropoyetina, la hipoxia induce un gran aumento de la producción de esta hormona (a las 24 horas alcanza su máximo), que, a su vez, eleva la producción de glóbulos rojos hasta que desaparece la hipoxia (los nuevos hematíes circulantes no aparecen hasta los 5 días después). El 80-90% de toda la eritropoyetina es de origen renal y el resto hepático. El mecanismo de la eritropoyetina para la regulación de la producción de hematíes es muy potente. De hecho, cuando se forman grandes cantidades de eritropoyetina, el ritmo de formación de hematíes puede ser de 10 veces o más. Dada la necesidad continua de reponer nuevos eritrocitos, las células de la médula ósea se encuentran entre las células de más rápido crecimiento y reproducción del organismo. Su maduración y ritmo de producción se encuentran muy afectados por el estado nutritivo del individuo. En esta maduración final de los glóbulos rojos son muy importantes la vitamina B12 y el ácido fólico, pues su deficiencia provoca el fracaso de la maduración durante la eritropoyesis. Cuando los hematíes salen de la médula ósea y entran en el torrente sanguíneo circulan normalmente durante 120 días antes de ser destruidos. De hecho, cuando la membrana se hace frágil, se suele romper al pasar algún lugar estrecho de la circulación (muchos eritrocitos por ejemplo se fragmentan en el bazo). La hemoglobina liberada de los eritrocitos cuando éstos se desintegran es capturada por los macrófagos en el hígado, bazo y médula ósea. En las siguientes horas o días, estos macrófagos liberan el hierro desde la hemoglobina a la sangre, para ser transportada por la transferrina: hacia la médula ósea, con el fin de que se produzcan nuevos hematíes; o hacia el hígado y otros tejidos, donde se almacena como ferritina.